‘Puérpera perdida’: posparto real y crítica al sistema
La matrona y fisioterapeuta Ascensión Gómez recoge en ‘Puérpera perdida’ información sobre el posparto sin perder la mirada al contexto actual.
Su experiencia propia y la de las mujeres a las que ha acompañado en sus pospartos en los últimos 15 años, ha servido a Ascensión Gómez, matrona y fisioterapeuta, para atreverse a escribir sobre un momento vital de profundas transformaciones y, paradójicamente, nulo sostén social, sanitario y familiar. Porque en Puérpera perdida (Oberon), Ascensión nos recuerda página a página que a las madres ni se las cuida ni se las valora, pero es que tampoco se conocen ni respetan sus necesidades más básicas ni las de sus criaturas. Pasamos nuestros embarazos con miedo, nuestros partos muchas veces con violencia, sintiéndonos más vulnerables que nunca, y cuando llegamos al posparto nos encontramos perdidas, empachadas de agotamiento y soledad.
Ascensión Gómez define el posparto como “todo un reto físico, psicológico y mental, que empieza justo en el momento en el que la placenta abandona su lecho uterino”. Un reto que no está mediado por unas normas concretas, pese a los estereotipos imperantes, sino que va a atravesarse de forma distinta en función del contexto de la mujer, sus apoyos (o su falta de apoyos) y su propia biografía. El parto también va a condicionar enormemente cómo se vivirá el puerperio. No sólo si la madre y su bebé sufren violencia obstétrica la experiencia será muy distinta, también el tipo de parto va a tener un impacto posterior: cesárea, parto vaginal, parto instrumentalizado, parto inducido, parto (hiper)medicalizado, parto natural.
Pone especial atención en la cascada de intervenciones. «Cuando un parto sucede de forma fisiológica, hay toda una orquesta hormonal y de acciones que van llevando al nacimiento del bebé. Segregas oxitocina, se producen contracciones, las contracciones dilatan el cuello uterino, eso duele, el dolor se compensa con endorfinas, las endorfinas hacen que te olvides del dolor y te relajan, y eso lleva a que el útero tenga menos tensión y sea más fácil la dilatación. Un poco sintetizado, el parto es así. Cuando hacemos una intervención que rompe ese circuito, empieza lo que denominamos la cascada de intervenciones. Con un ejemplo se ve mejor: si ponemos epidural, ya no percibe tu cerebro el dolor; si no hay dolor, no segregamos endorfinas, y puede que la oxitocina pierda su ritmo, por lo que puede que se disminuyan las contracciones. Entonces ponemos oxitocina sintética, para estimular el ritmo de contracciones. Cada intervención en sí misma tiene unos riesgos, y la suma de intervenciones multiplica los riesgos. Además, como la mujer deja de moverse, el bebé puede colocarse en mala posición y no poder salir sin ayuda externa. Y así todo», explica. Dice Ascensión que no quiere que se malinterprete y que se entienda con esto que todas las mujeres con epidural tendrán partos complicados ni pretende demonizar la epidural, pero sí cree que debemos ser conscientes de que cuantas más acciones interfieran el proceso, más posibilidades habrá de que aparezcan complicaciones que, muy probablemente, no habrían aparecido si la primera intervención no se hubiera hecho. «Eso es la cascada: una va llevando a otra».
La autora de Puérpera perdida es crítica con cómo se siguen haciendo las cosas en muchos hospitales. ¿Por qué cuesta tanto incorporar un acompañamiento y trato en el parto más respetuoso y, además, basado en la evidencia científica? «De todas las especialidades médicas, quizá la obstetricia sea la que más resistencia pone a actuar en base a la evidencia científica. No es casual. Las únicas destinatarias de la medicina obstétrica son mujeres; lo que se hace con las mujeres en los hospitales no es más que un reflejo de los que se hace con las mujeres en la sociedad. La sociedad nos quiere sumisas, calladas, dejándonos hacer, sin cuestionar nada ni tomar decisiones. El parto, un proceso fisiológico, se ha convertido en un acto médico, donde el protagonismo lo ejerce el personal sanitario. En todo sistema jerárquico, quien tiene el poder no se siente muy cómodo cediéndolo; en los hospitales, el poder lo tiene la bata blanca. Y por esto, a pesar de que hay toneladas de evidencia que nos debería obligar a hacer las cosas de otra forma, sigue siendo difícil que el sistema cambie. Es complejo. Porque requiere reflexión y responsabilidad, tanto por parte del personal sanitario como de las propias mujeres, que también deben asumir responsabilidad y ser protagonistas de sus partos. En el caso de la obstetricia, trabajar en base a evidencia requiere un cambio radical en el trato y en la relación con las mujeres. Ese es el verdadero problema y por eso hay tanta resistencia», responde.
«No me enamoré perdidamente de mi bebé»
Los bebés nacen ya enamorados de sus madres, como recuerda siempre la psiquiatra perinatal Ibone Olza, pero muchas madres dicen no haberse enamorado de sus bebés nada más nacer y eso les hace sentir culpables. La cadena de intervenciones de la que habla Ascensión tiene mucho que ver en ello. A ella le pasó: «No me enamoré perdidamente de mi bebé, como se esperaba, porque me sentía fracasada como mujer por no haber podido parir al mismo tiempo que me repetía internamente que no pasaba nada; porque no tenía referentes de que pasaba si no salían las cosas como estaban previstas. Sí, la cesárea la conocía, desde el otro lado, pero no me imaginaba nada del puerperio, que era empezar esto con una raja en la barriga y un nudo en el alma», escribe.
Para la matrona, aquella experiencia fue una de las cosas más terribles que ha vivido en su vida, por lo inesperado y por lo que supone de culpa y dolor. «Nuestro cerebro se baña en unas determinadas sustancias químicas durante el parto que nos predisponen a enamorarnos de nuestros bebés nada más nacer. Esto sucede cuando el parto ocurre dentro de lo previsto por la fisiología. Pero cuando esto no sucede, resulta que no te enamoras, porque las sustancias químicas no son las mismas. El amor se construirá después, a otro ritmo y desde otro lugar. Eso lo aprendí muy tarde, y me hizo sufrir mucho. Si yo hubiera sabido que podía pasar, seguramente lo habría llevado mucho mejor y el vínculo con mi bebé se habría construido más rápido. Por eso lo digo mucho en el libro (a lo mejor lo digo demasiado), porque espero que pueda ayudar a otras madres a empezar esa relación amorosa mejor de lo que yo pude en su momento».
Otros ritmos, otros cuidados
En Puérpera perdida como si se tratara de migas de pan sobre el camino, vamos recorriendo las primeras dos horas tras el parto, las siguientes horas, los primeros días. Aquí señala que en estos primeros momentos es importante dormir, cuidar la alimentación e ir incorporando la actividad física, como caminar, a nuestro ritmo, ya que esto es importante para nuestra salud mental. Pero apunta que es también muy importante cuidar las posturas en estos momentos. ¿Por qué? «Físicamente, en los primeros días del puerperio, se da una circunstancia muy especial: nuestro abdomen y periné están en una situación crítica por el efecto hormonal de todo el embarazo y el parto, y por la distensión que han tenido. No tienen capacidad para recuperar su función de forma inmediata, por lo que la posibilidad de lesionarlos es muy alta si los sometemos a estrés o cargas. La única forma de cuidarnos, en estos momentos, es mantener posturas adecuadas: sentarnos lo menos posible pero hacerlo bien, sobre los huesos, activar otros músculos que nos sostengan sin esfuerzo y no aumentar la presión sobre nuestra barriga. Una buena postura hace que haya equilibrio y que los músculos se activen sin estrés. Los primeros días no está una para nada más que para sobrevivir y no hacerse daño. Además, el bebé sigue ahí, y necesita también teta continuada».
La mención a las necesidades del bebé no es casual. Para que el bebé pueda ser cuidado, la madre debe estar bien. Y viceversa. En el libro señala algo muy interesante: debemos adaptarnos al bebé porque solo las personas adultas podemos hacerlo. ¿Qué supone para un bebé adaptarse a nuestros ritmos? Recuerda Ascensión que el desconocimiento hacia los bebés sigue siendo enorme y como hasta hace no tanto, quizás 50 años, se les operaba incluso sin anestesia porque pensaban que no podían sentir dolor. «Esto, tan aberrante, no es más que el reflejo del desconocimiento de cómo es y qué necesitamos los seres humanos cuando somos bebés. A día de hoy, sigue siendo la norma social pensar que los bebés nos manipulan, nos engañan y que tenemos que enseñarles desde bien chiquitos a comportarse como adultos. Los bebés no son adultos en miniatura: son bebés, con unas capacidades madurativas concretas y que sobreviven como pueden en un mundo hostil. El bebé no puede hacer cosas de adulto, ni puede adaptarse a los ritmos de las personas adultas: es imposible. Necesita comer de una determinada manera, necesita contacto continuo, necesita mucho amor y paciencia, porque es incapaz por su nivel madurativo de hacerlo de otra forma. Solo las personas adultas podemos adaptar nuestros ritmos al suyo, mientras crecen y maduran lo suficiente para poder adaptarse ellos», señala.
Un asunto colectivo
La maternidad supone una transformación emocional y física seguramente incomparable con cualquier otro momento o etapa vital. Nos lo dice Ascensión: «Cada etapa de la vida nos cambia por evolución, pero la maternidad es una revolución total. Todas las mujeres pasaremos por etapas más o menos similares: la ciclicidad, la etapa fértil, el climaterio… pero la maternidad no es una más, y no todas las mujeres la pasarán. Y eso te cambia la vida, el cuerpo y la mente. Para siempre».
Maternar es un asunto colectivo pero esto hay que encajarlo en una sociedad individualista. ¿Cómo lo hacemos? ¿Se ha colado ese individualismo en los grupos de madres también? Para Ascensión no cabe duda de que el individualismo se ha colado en la vida de todas. También en muchos grupos de madres. «Pese a que ese individualismo se haya colado en los grupos de madres es cierto que en ellos es más fácil salir de lo individual y darse cuenta de que esto de maternar no se puede hacer sola, en este mundo pensado para el consumo y no para las necesidades humanas. Los grupos siempre han sido el azote de los sistemas totalitarios: en grupos nos damos cuenta de lo mal que estamos y de lo que realmente necesitamos. La sociedad nos vende que ser madre es casi como comprar un muñeco, y los grupos de madres te ponen delante que no, que ser madre es mucho más y que nos necesitamos unas a otras, porque así somos más fuertes. Los grupos de madres son una herramienta subversiva muy poderosa».
El final del libro también es toda una declaración de intenciones. Ascensión se da a sí misma las gracias por haber superado el síndrome de la impostora. ¿La maternidad nos empodera? «Jamás he sentido tanto mi poder como el día que parí a mi segunda hija. Hubiera salido al balcón a gritar: «¡Mirad lo que he hecho yo sola!». Criar me parece lo más difícil del mundo. Lanzarse a esto sin red, sin teoría, sin saber lo que está bien o mal y, sobre todo, sabiendo que siempre vas a meter la pata más de una vez, es vertiginoso. Yo, en mi trabajo, me siento segura y sé lo que tengo que hacer (más o menos). Como madre, cada día es un reto, y cuando creo que tengo algo controlado, la vida me da un bofetón y me recoloca en la parrilla de salida. Eso es lo más difícil que haré nunca. Cuando empecé a escribir y me avasallaba la impostora haciéndome dudar de mi valía o del interés que pudiera tener este libro, miraba a mis hijas y llegaba a la conclusión de que lo fácil era el libro. Aun así, me costó mucho vencer a la impostora. Es potente la puñetera».
CARACTERÍSTICAS
Puérpera perdida. La transformación vital posparto
Autora: Ascensión Gómez López
ISBN: 978-84-415-4658-5
PVP: 18,95 €
176 páginas