Nosotras parimos, nosotras escribimos
El primer sábado de cada mes nos reunimos para hablar, escribir, leer, compartir y, sobre todo, aprender acerca de otras maternidades (y no maternidades).
Uno de los regalos que me he hecho este 2019 es asistir a Nosotras parimos, nosotras escribimos, un taller que se celebra en Fuentetaja el primer sábado de cada mes, y que es la precuela de una sesión de tres días que se celebró el verano pasado y que tuve la suerte de exprimir con mi hermana Pilar Cámara.
Durante las sesiones, conducidas por la escritora Silvia Nanclares, un grupo de mujeres nos reunimos para pensar, escribir, leer, compartir y, sobre todo, para aprender acerca de otras maternidades.
Relatos de madres
Silvia Nanclares recuerda muy a menudo en estas sesiones a la periodista Laura Freixas, quien señala en El silencio de las madres, la ausencia de relatos de madres (y no madres) en primera persona en la historia de la literatura. «Lo alucinante es que esas vivencias no estén en primera fila de los temas literarios, donde la guerra o la superación del héroe copan los primeros puestos. ¿Por qué será? Porque la literatura amplifica el sistema de valores patriarcal«, me decía Silvia en una entrevista que publicamos en el número 18 de Madresfera Magazine.
En este sentido es esperanzador el fenómeno que se está produciendo en cuanto a la publicación de libros que contienen esos valiosos relatos. Relatos que visibilizan la maternidad (y la no maternidad) pero que además otorgan a esta experiencia de vida ese papel protagonista que menciona Silvia Nanclares. La maternidad en la literatura no necesita vestirse de blanco o de negro, luce desnuda. Se muestra tal y como es: con sus luces y con sus sombras, con su ambivalencia, sus miedos, sus deseos, sus expectativas y sus frustraciones. Novelas y ensayos derriban ese estereotipo occidental de madre perfecta –y entregada– y abren un abanico de maternidades.
Reconozco que antes de mi propia maternidad nunca me había planteado este asunto: ¿son importantes los relatos maternos? Ahora sé que sí, que son imprescindibles. A todas y a todos nos atraviesa eso que Silvia Nanclares denomina como «lo madre» y que viene a decir que todos somos hijos. También que «todos cuidamos de alguien en algún momento, y seremos cuidados».
Literatura escrita por mujeres
Desde hace años me propongo leer a mujeres. Mujeres con las que poder identificarme, con las que empatizar, de las que aprender, y a las que comprender. Y lo he encontrado en estas voces de la literatura que me tienden la mano en ese camino de autoconocimiento y trabajo interior que es la maternidad. Si algo lamento es no haberlo hecho antes, haber recorrido ese camino para estar preparada. O no. Porque no sé si para algo tan enorme como la maternidad (o la no maternidad, que también) te puedes preparar antes sin proyectar un montón de expectativas que acabarán –o no– cayendo en ese pozo de caos y tiempo que suponen los primeros años.
De 2018 atesoro una lista de imprescindibles que no me canso de regalar y recomendar: El nudo materno, de Jane Lazarre, Nueve lunas de Gabriela Wiener y Apegos feroces de Vivian Gornick. No sé si cabe más honestidad en tan poco espacio. También disfruté de Quién quiere ser madre de Silvia Nanclares, que me situó en un lugar que no había transitado: enfrentarte cara a cara con el deseo complejo de ser madre cuando nada sale como esperas. Y a Laurie Colwin y su Felicidad familiar le agradezco que pusiera a prueba mis juicios de valor con los asuntos sentimentales de Polly.
Mi lista de lecturas pendientes para 2019 no ha dejado de crecer desde que comenzó el taller: Adrienne Rich, Annie Ernaux, Silvia Plath, Laura Freixas… Sus voces me susurran cada noche desde la mesilla de noche. Vuelva usted mañana les dice mi «yo» materno, ese que a las diez de la noche ya ha bajado la persiana.
Talleres como el de Nosotras parimos, nosotras escribimos, las lecturas y los textos escritos desde nuestra propia experiencia en torno a la maternidad deberían prescribirse como terapia. No sé si hay algo que pueda ser más terapéutico que el «simple» hecho de sentirse acompañada. Y comprendida. Gracias.