Un ensayo sobre los cuidados en una UCI pediátrica
Hace tres años, en plena pandemia por coronavirus, publicaba por aquí un texto lamentando la falta de tiempo de la que estamos aquejadas las madres. «Escribo este texto aprovechando que he acabado parte de mi lista de tareas urgentes. Y digo parte porque en realidad la lista nunca deja de crecer y lo hace a un ritmo vertiginoso. Me recuerda mucho a la barba del viejo más viejo del mundo del que habla Gloria Fuertes en su Cocoloco Pocoloco. «Cada quince días me crece quince centímetros la barba, ya ni me afeito». Pues eso, que ya no intento meterle la tijera. ¿Para qué si la lista va a volver a crecer?», decía.
Mi barba de letras no ha dejado de crecer desde entonces, pero ahora intento apartarla para que me deje ver lo importante.
Este arranque viene a justificar que no haya contado por aquí aún que el pasado mes de marzo se publicó el libro Hospitalidad contra pronóstico, en el que he participado con el ensayo La invisibilidad de lo esencial. En este texto reflexiono sobre los cuidados en la UCI pediátrica partiendo del podcast elaborado por Elena Cabrera en el contexto del proyecto de la productora cultural sin ánimo de lucro Concomitentes.
Este proyecto, conocido como UCI Pediátrica, liderado por Felipe G. Gil de ZEMOS98 y un equipo de cinco enfermeros del Hospital Nuestra Señora de Candelaria en Tenerife, partía de la constatación de una carencia evidente: la falta de herramientas y recursos destinados al cuidado emocional adecuado de los niños y niñas ingresados en una Unidad de Cuidados Intensivos.
El tiempo discurre por otros cauces en un hospital. Si es rápido, lento o estático, dependerá del lugar que se ocupe, ya sea como paciente, como familiar o como profesional sanitario. Es lo que el psicólogo Ramón Bayés definió como el tiempo emocional. Según esta idea, el tiempo no sólo se mide de forma objetiva por su duración cronométrica (por ejemplo, a través del reloj), sino por lo que supone de forma subjetiva en función del contexto en el que nos encontramos. Para Bayés hay una forma de valorar el tiempo que es tan importante como su duración: la percepción que tenemos según nos aporte felicidad o sufrimiento. Así, los momentos felices o placenteros transcurrirían a un ritmo mucho mayor que los momentos dolorosos. En la UCI pediátrica del Hospital Nuestra Señora de la Candelaria tienen muy presente esto, e intenta que el tiempo que pasen los niños y niñas sea lo menos traumático posible. “Me acerco a un niño siendo otro niño. Tienes que saber qué es lo que quiere escuchar ese niño, no estoy ahí para abroncarle. (…) Lo que ocurre es que muchas veces los familiares u otros profesionales intentan protegerles y les ocultan información o evitan hablar delante de ellos según qué cosas. Yo creo que hay que saber cómo hablarles y llegar a ellos. No les vamos a dar un diagnóstico médico pero si podemos decirles que van a estar un poco incómodos, por ejemplo, o vamos a gastarles bromas. En definitiva, lo que debemos intentar es que su estancia sea lo más confortable posible”, cuenta uno de los enfermeros.
(Extracto del ensayo La invisibilidad de lo esencial, del libro Hospitalidad contra pronóstico).
El personal de enfermería en la UCI pediátrica desempeña múltiples roles, incluyendo apoyo emocional y educativo, actuando en ausencia de profesionales de la psicología. Hospitalidad contra pronóstico explora cómo el arte y la cultura pueden contribuir a este contexto complejo y reflexiona sobre el cuidado, mucho más allá de lo puramente médico, en la UCI pediátrica del Hospital Nuestra Señora de Candelaria en Tenerife.
Este trabajo fue editado en virtud de una colaboración entre Concomitentes y la editorial Bartlebooth, centrada en prácticas espaciales y artísticas contemporáneas, compartiendo un interés común en el valor del espacio público en los ámbitos político, social y cultural.
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